Me observa. Me ve diario desde que me levanto hasta que me acuesto. Tiene 3 meses haciéndolo. Me siento acosada por él. Un día tiene una forma de estár. Al día siguiente, otra. He soñado con él. Con su capacidad, con la forma que podria tener de complacerme. Es desordenado. Lo imagino abriéndose y ofreciendome todo lo que tiene por ofrecer.
Hoy me decidí. Lo he pensado toda la noche. Desde la cena con mis amigos de la escuela, estaba máquinando como acercarme. Me aterroriza que me descubran. Que alguien sepa que intenciones tengo. Que mi marido sepa que hago cosas que él no hace y seguramente en su fantasía masculina que le gustaría hacer.
Entonces, me acerco, nerviosa. Estoy cansada de sentirme así y de verlo así, sin actuar. De esa emoción que me causa, porque sé de lo que es capaz.
Veo su aspecto cansado. Como si de esperarme se hubiera arrugado. El sol que le dá todos los días ha mermado su imágen.
Tomo unas tijeras y abro la caja. Lo veo menos amenazante ya de cerca, reviso que venga completo y leo las instrucciones. Hoy tendré un sistema wireless para la tele. Quién me manda no tener fuerza de voluntad...
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