jueves, 13 de enero de 2011

40 y 20... Intrascendencias...

Una tarde cualquiera. A todos nos pasa. Sin tele por cable. Sin celular porque se cayó la red. Por lo tanto, tampoco hay internet.

Leer? Para mí es un hábito nocturno.
Cocinar? Estamos a dieta rigurosa.
Salir a caminar? Hace un frío de muerte.

Mis hijos vueltos locos sin tecnología. Yo vuelta loca sin comunicarme. En qué momento necesité de tantas cosas para ser feliz?

Sin querer, me uní a los millones adictos a los gadgets. Sin querer tampoco, hice que mis hijos se unieran a mi.

Así que, decidimos platicar entre nosotros. Poco a poco, el tema de costumbres del pasado de su madre es más importante.

"De verdad no había microondas?"
"De verdad había que regresar los cassettes para oir otra vez una canción?"
"De verdad andabas en camión?"
"De verdad que había 5 canales de tele?"

Si. Andaba en camión. Pero todo el mundo lo hacía. Era fácil, seguro y no se desviaba. Si, calentábamos la leche y el agua directo en la estufa. Si, tu sufrimiento era más grande cuando te tronaba tu novio porque la canción que era tuya y de él se tardaba en tocar. Y si, mi comunicación con el mundo exterior eran los periódicos, la tele y el teléfono normal que era con las reglas de horarios de mi mamá.

Y también eramos más inocentes. No nos sabíamos todas las teorías forenses de CSI. Sólo las que el inocente de "Quincy, MD" nos enseñaba. No despertábamos al erotismo ni a la anorexia necesaria por ver "Gossip Girl", sólo queríamos ser poderosas como "La Mujer Biónica". No hablábamos de losers ni de zorras. Y salíamos a la calle a jugar, sin miedo a que nos secuestraran o nos tocara un narco como vecino de mesa en el Café Niza. Tampoco dejamos de salir porque nos fuera a tocar balacera o cerrada de antro por Los Zetas. Porque la banda más conocida del momento, Los Panchitos, estaban en su zona y no se metían con nadie afuera de ella. Porque hacíamos viajes interminables en carretera sin riesgo alguno. Porque erámos más felices sin tanta tecnología y sobretodo, sin tanta información.

Mis hijos crecieron con esta necesidad. Y al estar involucrada en lo que hacen, se ha hecho también parte mía. Eso no es lo que me preocupa. Me preocupa que pierdan sensibilidad y sobretodo seguridad personal. Me dá tristeza que no tengan lo mismo que tuve yo y que también ya perdí, como es la libertad de no necesitar nada más que un parque adonde jugar.

Esa nostalgia por mi vida de antes, por mi tranquilidad y la de los míos, es la que ahora solamente se aloja en algún lugar común de todos nosotros, los apáticos "adultos contemporáneos", que no estamos muy dispuestos a lograr un cambio favorable como sociedad. Que ahora que tenemos las herramientas para exigir, nos culpamos unos a otros por las formas y no nos fijamos en el fondo. Cualquier manera de protesta es aceptable siempre y cuando se haga con respeto hacia los que no quieren hacerlo de esa forma. Se nos olvida que al final, todos queremos lo mismo: Recuperar lo que perdimos...