viernes, 30 de diciembre de 2011
Carta a Dios
Me comunico esta vez en forma de carta, porque ya ves que cuando te platico a veces me hago bolas y te confundo.
Tengo tantas cosas que preguntarte. Pero mientras pienso en las preguntas, me llegan las respuestas. Sé que nada de lo que has mandado este año, es gratuito. Todo ha tenido una lección, algo que se me quedó que seguramente nunca olvidaré. Lo único que tendría que preguntarte, no sin un poco de reclamo, es porqué hay cosas que tienen que ser tan dolorosas para aprenderlas? No podrías solamente hacerme ver que tengo que aprender? Hay veces en que no he entendido nada. Y vuelve la misma prueba. Y por fin la entiendo, pero me dolió más hacerlo. Creo que piensas que todos tenemos la misma capacidad de aprendizaje, no podríamos cambiar el sistemita éste de lo que no aprendes lo repites? Te juro que ya duele mucho. Por la lección acerca de las pérdidas, de la incertidumbre y el miedo, no encuentro ninguna otra más de las que ya tengo en este año. Porqué seguirle con la apretada de tuerca? Y solamente hablo de mi en lo personal. De verdad nos quieres dar una lección a los humanos acerca de algo? Enséñanos del amor sin dolor y sin apego. Ese que a veces creemos que no existe. El que habla de plenitud, satisfacción y libertad. Te prometo que es buena idea. No entiendo todavía porque los niños tienen que ser abusados, la gente asesinada con violencia, porqué existe el cáncer, ni porqué la gente se vende por unas monedas. No entiendo la ambición del poder, ni la necesidad de dividir. No entiendo como se puede maltratar a un animal, ni entiendo porqué no ceder el paso a un coche. No entiendo esta necesidad de ser los primeros, de tener siempre más.
Imáginate si pudieramos entender el amor de esa manera. Imáginate el cambio en la humanidad. Ves?
Entiendo que cada quién tiene una historia, y cada quien decide que hacer con su pasado. Unos lo cargamos y respondemos cuando tenemos miedo haciendo daño sin querer a las personas que queremos. Otros lo olvidamos en algún espacio y vivimos como si no pasara nada, hasta que un día pasa algo. Y hay gente que decide vengarse del resto del mundo, matando, robando, chantajeando. Esos son en los que te tienes que fijar más (perdón por el tono, es mera sugerencia) porque a los que vamos por la vida buscando ser superficie plana y nos convertimos sin querer en baches, solamente mándanos felicidad y tranquilidad. A los otros, sugiero los mandes al infierno derecho. Qué mas te dá?
Dicen que nos hiciste a tu imágen y semejanza. No quiero ser irreverente, pero de verdad que ya me dió miedo. Si esa es la teoría correcta, no quiero pensar en un paraíso lleno de lo mismo que la tierra. Angelitos envidiosos, santos presumidos y vírgenes con pose de modelo. De verdad que quiero creer que nos vas a ayudar y a darnos un mejor año, con todo y elecciones. No quiero dejar de agradecerte que las precampañas sean medio prohibidas, pero si te pido que aunque suene incongruente con lo que te escribo, no seamos una república amorosa. Mejor otórganos la capacidad de ser mejores personas sin tanta prueba de por medio.
Prometo que es la primera y última carta que te escribo. Ya ví que soy mejor platicándote. Por lo menos así me entiendes aunque sea la última parte.
Gracias.
Alicia.
jueves, 24 de noviembre de 2011
Por amor a la Patria... De autoconvencimientos y otras cosas peores...
La película multipremiada se llama “Judgement at Nuremberg” y es del año 1961, basada en el libro de Abby Mann. Dirigida por Stanley Kramer y protagonizada entre otros por Spencer Tracy como el juez y Burt Lancaster como el nazi juzgado. La cinta se centra en los juicios sostenidos por las autoridades de los 4 poderes (Francia; Gran Bretaña, URSS y Estados Unidos) en contra de varios de los sectores de poder en la Alemania Nazi. En este caso, vemos el proceso dirigido hacia los jueces del Tercer Reich, encargados de redactar las leyes del nuevo orden y sentenciar a quienes no entraban en el nuevo régimen.
Lo interesante de esta película, se centra en los monólogos del Nazi y del Juez. En un momento determinado y en contra de las instrucciones de su abogado, que quiere salvarlo a toda costa -por el bien y la moral del pueblo alemán- el Nazi (Burt Lancaster) decide hablar y explicar sus causas:
“Para poder testificar, antes hay que entender el período en que sucedieron los acontecimientos. Después de la primera guerra, había desgracia, vergüenza, hambre. Y entonces apareció Hitler y nos dijo: “Levanten la cabeza, estén orgullosos de ser alemanes, hay demonios entre nosotros como los comunistas, liberales, judíos, gitanos. Cuando erradiquemos a estos demonios, nuestra miseria terminará”. Era el cuento del cordero sacrificado. Lo que algunos de nosotros sabíamos bien, era lo que en realidad encerraban esas palabras. Pero no hicimos nada. ¿Qué más daba si unos pocos extremistas liberales o algunas minorías étnicas perdían sus derechos?. Nos callamos, tomamos partido y efectuamos acciones. No por nosotros, sino por nuestro país. Mi abogado los quiere convencer de que no sabíamos nada. Quizás no sabíamos los detalles y lo más seguro es que aparentábamos que no sabíamos nada. Pero repito, todo lo hicimos por nuestra amada patria”
Antes de que haya una mala interpretación incendiaria, no es intención la comparación del aberrante Hitler con ningún gobernante. El tema en este caso es la justificación de acciones por el amor por la patria, argumento que siempre pesa en el énfasis del discurso, pero no vale para nada cuando no hay resultados reales. El problema reside en que las personas en el poder no viven lo que el resto de sus gobernados. Desde sus oficinas blindadas dictan las órdenes que ellos perciben serán las mejores y las publican en todo momento. No lo hacen por maldad. Lo hacen por egocentrismo y a veces por desesperación. Nadie puede ser caballero templario de la patria y lograrlo a la primera cruzada. Los períodos presidenciales duran solo 6 años, divididos en años de apoderamiento, años reformistas de supuesto cabildeo sin resultados y años de Hidalgo. Cuando se dice que el Presidente no nos dejará solos, existe un error de origen. Porque falta muy poco para que deje el puesto. Para que ceda esta lucha en manos desconocidas (o reconocidas) ávidas de llegar e instalarse, dándole tiempo a los malos de rearmarse ante la indiferencia temporal del gobernante del momento y hacer más daño sin piedad.
Una guerra inútil, porque no se han dado otros pasos indispensables para poder combatir al crimen, reforzar el país y darle certeza a la sociedad. Las anheladas reformas que hacen falta como limpiar y reformar el sistema judicial, el legislativo, vigilancia estrecha a los bancos, rendición de cuentas y transparencia verdadera, no de discurso. Tener los tamaños para meter a funcionarios públicos corruptos a la cárcel con sentencias ejemplares. Agilizar el sistema de juicios. Reducir el número excesivo de legisladores. Limpiar sindicatos ladrones. Renovación de planes de estudio y evitar que la educación siga siendo rehén de unos cuantos. Quitar el presuntuoso fuero. Algunas propuestas de las que menciono aquí parecerían inviables para algunos que nada más buscan en donde hincar el diente para seguir viviendo del erario o mantener su poder. Pero es lo mismo que decir que la gente inocente que muere todos los días son minorías colaterales. Acusarse unos a otros de no conseguir las reformas necesarias, sigue sin ayudarnos a avanzar. Lo que no hay, es voluntad real. Es un debate estéril, en donde el país es el único perdedor.
En la película, el Juez (Spencer Tracy) logra un mensaje que no tiene desperdicio en el momento de la sentencia al Nazi:
“Comprendemos la tortura de su alma patriota. Sin embargo, eso no debe opacar la tortura de millones que murieron bajo el gobierno del que usted formó parte. Si los acusados que están aquí, fueran depravados o maniacos, la tragedia sería justificada al nivel de un terremoto o una inundación. Pero el juicio que hemos presenciado, demuestra que hombres buenos – y a veces extraordinarios- no pueden con la presión de una crisis nacional, llegando a extremos histéricos como para cometer crímenes y justificarse patrióticamente por ello. Nadie que haya estado en este juicio, olvidará nunca la mutilación de un hombre por sus creencias políticas o el asesinato de un niño inocente. Qué “fácil” puede suceder esto. En estos tiempos, en mi propio país (E.U.) hay quienes hablan de proteger nuestra patria de nuestros enemigos. De sobrevivir. ¿Sobrevivir a qué?. La patria no es una piedra. No es una extensión de nosotros mismos, ni como gobernantes, ni como ciudadanos”
La patria no es solamente un estado abstracto. Es lo que nos une como sociedad. Nos otorga identidad y comunidad. Todos pertenecemos a ella y ella a nosotros. No es el lugar común de unos cuantos. Y se debe de regir con justicia, verdad y sobretodo, respetando el valor de la vida de sus ciudadanos. Hemos perdido como mexicanos el sentido de patria, nuestro nacionalismo sólo aparece cuando es 15 de septiembre o cuando gana la selección de futbol. En estos tiempos violentos, no debe haber héroes, eso no es justo para nadie. El camino del heroísmo es duro, no sólo para el protagonista, sino para los que supuestamente debe salvar. Sin embargo, nuestros “héroes” están hoy más preocupados por hacer caja chica para su campaña electoral, que por sacarnos adelante. Están más preocupados por los niveles de popularidad que por cuántos enfrentamientos hubo en la semana o sí las reformas que se encuentran en el tintero son elemento de negociación, en vez de entenderlas como necesarias y urgentes para el país. Están más preocupados por destacar sobre el contrario y ganar el puesto para la “grande” que en hacer el trabajo primario para el que fueron designados o elegidos. Son más prototipos de antihéroes barrigones que de funcionarios éticos apegados a la justicia y legalidad.
Al final de la cinta, el Juez visita al Nazi en la cárcel. El Nazi le asegura: “Nunca supe en qué momento empezó toda esta locura y en qué momento me uní a ella”.
El Juez le contesta: “Empezó en el momento en el que sentenciaste a morir al primer inocente por el bien de tu patria”.
¿Qué tanto se justifica hacer algo que es aberrante, qué podía haberse prevenido con otras acciones concretas y así avanzar hacia un Estado de Derecho en pleno funcionamiento?
En estas líneas, me refiero a la desesperanza, de cómo líderes vacíos y ambiciosos aparecen para prometernos la igualdad y seguridad aprovechándose del desánimo nacional, cómo a nadie le importa nada sino su propio bienestar. Una reflexión muy personal de cómo los hombres que anhelan paz y justicia, se corrompen en el camino cediendo a los intereses de grupo, que al final acaban siendo propios. Aparte del color del que sean sus ideas, todos tarde o temprano ceden ante la ambición.
La polarización, el resentimiento, el desánimo, vivir en ciudades caóticas y violentas, ser testigos apáticos de las acusaciones entre frentes de diferentes ideologías, la poca disposición a trabajar juntos a pesar de las diferencias, todo esto, nos hace culpables de algo que en principio nos parecía aberrante. Somos cómplices del nuevo régimen autoimpuesto: El egocentrismo y la parálisis. Ambos provocados porque nadie está dispuesto a ceder por el bien común y sí a pelear por los intereses propios, desde empresarios, jueces, sindicatos, legisladores, gobierno, sociedad y un largo etcétera.
jueves, 27 de octubre de 2011
Allegro non grato… Notas conspiradoras inmediatas.
Para Chacho. En ¾…
(Yo le pediría amable lector, que me acompañe en la lectura de mi relato con la música que encontrará en el reproductor que está a un lado de este texto, reconozco mi ánimo sensiblero y cursi de antemano, por lo cual no es necesario recalcarlo. Gracias.)
De hecho, no tenía ni siquiera la menor intención de volver a escribir sobre el tema. Creía firmemente en que la herida había cerrado casi en su totalidad y lo que quedaba del dolor que me causaba, era mínimo. Unos días de extrañar, otros días de alegría nostálgica, otros de enojo con cosas recordadas que no venían al caso.
Tengo semanas pensando en cómo iba a pasar la fecha. Releí mis escritos anteriores para tratar de entender la catarsis de los días. Me dí cuenta de mi gran avance. No he idealizado, ni perfeccionado ni cambiado a modo la historia real. Trato de ser congruente con los hechos de la vida, con mi sentimiento y orgullosamente puedo decir que las pocas lágrimas que me han salido, han sido porque verdaderamente requería de algo humano, amoroso y perfecto en ese momento preciso. Como una llamada o un abrazo. En realidad, nada más.
Sin embargo, a veces creemos que somos dueños de estos reflejos y tenemos un autocontrol exacto y puntual sobre nosotros mismos. Tan egocéntricos los seres humanos. Nos sentimos tan poderosos, hasta que dejamos de serlo.
En una de estos ataques domésticos que me ocurren muy continuamente, en donde expreso desde lo más profundo y con todo lo que está a mi alcance la clase de obsesión que tengo por controlar las cosas, encontré unas cajas de discos, LP’s y Cd’s, que no llevan mucho tiempo en mi poder. De hecho, las recuperé hace un par de meses junto con apenas dos maletas llenas de lo que había sido una vida que solamente duró 68 años. Increíble a que se reducen nuestras pertenencias atesoradas a lo largo del tiempo.
No tengo una tornamesa, y por supuesto tampoco un reproductor de CD’s. Así que la tecnología a mi alcance compartía extraordinaria música con pantalla y pagos en línea por hacer. Pasar de Nat King Cole a Maria Callas en un pestañeo. De Caetano Veloso a Mozart.
Y entonces, apareció Tchaikovsky. Concierto para Violín y Orquesta en D. Opus 35. Allegro Moderato. Itzhak Perlman, Orquesta Filarmónica de Israel y Zubin Mehta.
Entre los pagos pendientes, revisar correos urgentes y mensajes llegadores, mi vista se nubló sin poder escribir ni contestar más. Adentro, las voces en la mente dijeron que se hiciera un alto y que quedarse ahí era terapéutico y sanador. El ego decía que todo estaba bien y que había que seguir adelante con las cosas necesarias y urgentes.
Sin darme cuenta, en un reflejo automático, aprieto el botón de replay, para que suene de nuevo la misma música, como para asegurar que no pasa nada. Me repito para convencerme que la herida ahí está pero que no duele tanto. Que a veces pasamos los días pensando, sin realmente pensar. Oímos la música que nos llega sin decidir en dónde cabe en el corazón. No porque no sepamos en donde. Si no porque no queremos dejarla en la memoria emocional que acciona los dolorosos botones que no queremos accionar.
Lo que escuché, no era un Allegro Moderato. Era un Allegro Non Grato. Las notas que parece ser que se pusieron de acuerdo en contra mía. Detonadas irónicamente por la armonía, me vienen a la cabeza mil imágenes que sé que ahí están, pero que no quiero recordar seguido. Porque me doy cuenta de que si duelen. Pero no quería que dolieran. No hay más que perder al primer amor de la vida de cualquier mujer, para comprender que cualquier violín agudo, experto y sentimental dolerá hasta el rincón más profundo. Ahí, en donde no hay un espacio tan grande para que quepa sin desbordarse a su antojo, a merced de una nota ligada a un recuerdo, que lo haga explotar sin miramientos ni compasión.
Me rindo ahora. Entiendo que solamente lo estaba posponiendo. Dejaré que los agudos me lleguen al alma, y los graves al corazón. Moveré los brazos para dirigir imaginariamente a la orquesta, y para enviar con todo mi amor, mi vibración mas profunda hacia donde debe estar.
A unos días, te quiero decir que no pasa un sólo
momento sin que me acuerde de ti. Sin que te extrañe con todo el corazón. Que me lo niego, porque según yo avanzo y me mantengo ecuánime. Pero en realidad, en estos casos no hay avance sin dolor. Y hasta ahora lo entiendo. Alguien debería hacer un manual de lo que pasa cada año posterior, con la llegada de cada aniversario para tomar previsiones al respecto. Ya sé, son mis ganas de control absoluto. Pero no puedo controlar ya nada más. O si. Mi acto de apretar ese botón una y otra vez para llenarme de tu música y tus recuerdos. Y entender de una vez por todas que esas dos maletas y el par de cajas, no son lo único que queda de ti porque sería negar mi propia historia, la tuya, la nuestra.
Aquí en mi alma, suena tu Allegro Vité todo el tiempo sin que yo pueda hacer nada por detener su dolorosa pero bellisíma armonía...
miércoles, 19 de octubre de 2011
De la lujuria y otras cosas old fashion...
Para quién dijo que había que dejarse fluír...
“Si hija, es pecado”.
Con estas palabras, se detonó mi rebeldía ante cosas que yo pensaba que sí existían, era porque alguien quería que las probara. Al final, caí en el lugar común de todo ser humano: Retar para comprobar que tienes la razón o por lo menos que el otro no la tiene. No importa si nadie se entera o si existe el infierno y lo pagarás más tarde, lo importante es que el conocimiento de lo pecaminoso es directamente proporcional a las ganas obsesivas de seguir haciéndolo y probar tu punto. Lo prohibido siempre te hace sentirte vivo. El deseo no es una consecuencia, es una potencia. El paraíso, según los católicos, es un jardín rodeado de murallas que lo protegen de los vientos ardientes del desierto al que solo entran los libres de pecado. Quiero suponer que la referencia a los vientos ardientes son todos aquellos placeres que invariablemente nos harán sentir plenos y que de entrada nos han sido prohibidos bajo amenaza de rostizarnos.
Si el muy mayor cura aquel de mi infancia viera lo que hemos hecho estos días con los 7 pecados capitales. Les dimos la vuelta, pero no por conveniencia, sino por un estricto sentido de adaptación.
Si se trata de la Gula, unos comen menos por vanidad. Otros comen en exceso por soledad. Otros ni comen y no exactamente porque no sea su deseo.
Y si hablamos de la Avaricia, este deseo de poseer es que nos lleva irremediablemente a la traición, a la delincuencia y al soborno, es decir, algo normal para nosotros estos días, así que no hay sorpresa alguna.
Referirse a la Pereza como pecado, en estos tiempos, es absolutamente inmoral. Hay quien trabaja 15 horas diarias con un sueldo miserable y desea con todas sus fuerzas un respiro en algún momento de su día.
De la Ira, ni hablar, Freud la cataloga como “conducta normal” (aunque también catalogó a la perversión como un estado ocasional en personas normales, por lo que no me responsabilizo de la tésis). Inevitable sentir ira ante la injusticia entre los hombres. Como en un atasco en Reforma durante una manifestación.
La Envidia mueve al mundo. Es como hablar de la característica principal de toda la raza humana. La cultura del “más”. Tarde o temprano, se nos antoja lo que tiene el de junto, sin detenernos hasta conseguirlo. De otra manera, no encuentro otra explicación para la proliferación de cirujanos plásticos y de asesores políticos.
La Soberbia está incluida en la raíz más profunda de todos los mexicanos. Somos los dueños absolutos de la verdad, no importa si decimos mentiras para comprobarlo. La virtud que es su contraparte, la Humildad, solo se encuentra en nuestro vocabulario para definir al más pobre. Sin embargo, ésta misma palabra expresada en boca de un político solo denota más soberbia.
Y qué decir de la Lujuria. A mi me enseñaron que encierra toda clase de deseos excesivos físicos o intelectuales. Y que involucra también al orgullo. Que podemos encontrar en ella la raíz de todos los problemas de nuestra vida, por su estado natural pecaminoso. Así que hablar de leer un libro de jalón, hacer el amor apasionadamente, darse un taco de ojo, echarse una botella de tinto y debatir airadamente con los amigos es, irrefutablemente, hablar de pecado. Es una suerte para mi haber preferido los vientos ardientes del desierto a vivir atrapada en un jardín amurallado. Aunque me esperen las llamas inmundas y despiadadas del infierno.
Piratas Modernos y abuelos arrepentidos... Artículo publicado en Excélsior
miércoles, 30 de marzo de 2011
Me ví el zapato... El Caldero ofrece una explicación...
Byron Katie en su terapia "The Work" dice que una vez ella estaba tirada en el piso de una estación de metro completamente drogada. Cuando reaccionó, vió una cucaracha encima de su zapato. Asqueada, ahí se dió cuenta de que el zapato estaba sucio. Su ropa estaba sucia. Su cuerpo estaba sucio. Le faltaba un diente, su pelo estaba enredado y olía mal. Se vio en el espejo de un baño publico y no se reconoció. Ahí supo que había tocado fondo, que esa cucaracha la había hecho reaccionar y entender que estaba dejando en su vida pasar.
No soy adicta ni alcohólica. Pero me sentí sumida en un hoyo negro del que no salia. Muchas mujeres de mi generación nos sentimos de repente así. Un sin sentido generalizado. Un no saber de que se trata, ni que se siente ni para donde va. Por fin, leí algo que me conmovió y que cantinfleando, decía mas o menos así: "Somos lo que somos porque no podemos ser otra cosa. Si fuéramos distintos, no seríamos especiales, no seríamos nosotros, tampoco seríamos perfectos".
Así que metafóricamente, me vi el zapato, saludé a la cucaracha, le dí las gracias, logré verme en un espejo y reconocerme por fin. Gracias que también doy a ustedes por pedirme el regreso del Caldero que hoy hace sopa de letras con sustancioso caldito de corazón...
jueves, 13 de enero de 2011
40 y 20... Intrascendencias...
Leer? Para mí es un hábito nocturno.
Cocinar? Estamos a dieta rigurosa.
Salir a caminar? Hace un frío de muerte.
Mis hijos vueltos locos sin tecnología. Yo vuelta loca sin comunicarme. En qué momento necesité de tantas cosas para ser feliz?
Sin querer, me uní a los millones adictos a los gadgets. Sin querer tampoco, hice que mis hijos se unieran a mi.
Así que, decidimos platicar entre nosotros. Poco a poco, el tema de costumbres del pasado de su madre es más importante.
"De verdad no había microondas?"
"De verdad había que regresar los cassettes para oir otra vez una canción?"
"De verdad andabas en camión?"
"De verdad que había 5 canales de tele?"
Si. Andaba en camión. Pero todo el mundo lo hacía. Era fácil, seguro y no se desviaba. Si, calentábamos la leche y el agua directo en la estufa. Si, tu sufrimiento era más grande cuando te tronaba tu novio porque la canción que era tuya y de él se tardaba en tocar. Y si, mi comunicación con el mundo exterior eran los periódicos, la tele y el teléfono normal que era con las reglas de horarios de mi mamá.
Y también eramos más inocentes. No nos sabíamos todas las teorías forenses de CSI. Sólo las que el inocente de "Quincy, MD" nos enseñaba. No despertábamos al erotismo ni a la anorexia necesaria por ver "Gossip Girl", sólo queríamos ser poderosas como "La Mujer Biónica". No hablábamos de losers ni de zorras. Y salíamos a la calle a jugar, sin miedo a que nos secuestraran o nos tocara un narco como vecino de mesa en el Café Niza. Tampoco dejamos de salir porque nos fuera a tocar balacera o cerrada de antro por Los Zetas. Porque la banda más conocida del momento, Los Panchitos, estaban en su zona y no se metían con nadie afuera de ella. Porque hacíamos viajes interminables en carretera sin riesgo alguno. Porque erámos más felices sin tanta tecnología y sobretodo, sin tanta información.
Mis hijos crecieron con esta necesidad. Y al estar involucrada en lo que hacen, se ha hecho también parte mía. Eso no es lo que me preocupa. Me preocupa que pierdan sensibilidad y sobretodo seguridad personal. Me dá tristeza que no tengan lo mismo que tuve yo y que también ya perdí, como es la libertad de no necesitar nada más que un parque adonde jugar.
Esa nostalgia por mi vida de antes, por mi tranquilidad y la de los míos, es la que ahora solamente se aloja en algún lugar común de todos nosotros, los apáticos "adultos contemporáneos", que no estamos muy dispuestos a lograr un cambio favorable como sociedad. Que ahora que tenemos las herramientas para exigir, nos culpamos unos a otros por las formas y no nos fijamos en el fondo. Cualquier manera de protesta es aceptable siempre y cuando se haga con respeto hacia los que no quieren hacerlo de esa forma. Se nos olvida que al final, todos queremos lo mismo: Recuperar lo que perdimos...