Dejé de escribir 6 meses. En este tiempo, un poco de mucho me pasó. Fue una decisión medio dura para mi misma y para las personas que amablemente me leían cada semana. Una especie de remolino emocional que no supe controlar hasta hace poco. El objetivo del Caldero es y será dar un punto de vista muy personal sobre muchos temas que a ustedes les pueda servir un poco como catarsis, así como lo es para mi. Temas que para mi en este tiempo, no llegaron o no quise compartir porque no había encontrado el objetivo de lo que estaba sucediendo. Perdí y recupere. No entendía y por fin, aprendí.
Byron Katie en su terapia "The Work" dice que una vez ella estaba tirada en el piso de una estación de metro completamente drogada. Cuando reaccionó, vió una cucaracha encima de su zapato. Asqueada, ahí se dió cuenta de que el zapato estaba sucio. Su ropa estaba sucia. Su cuerpo estaba sucio. Le faltaba un diente, su pelo estaba enredado y olía mal. Se vio en el espejo de un baño publico y no se reconoció. Ahí supo que había tocado fondo, que esa cucaracha la había hecho reaccionar y entender que estaba dejando en su vida pasar.
No soy adicta ni alcohólica. Pero me sentí sumida en un hoyo negro del que no salia. Muchas mujeres de mi generación nos sentimos de repente así. Un sin sentido generalizado. Un no saber de que se trata, ni que se siente ni para donde va. Por fin, leí algo que me conmovió y que cantinfleando, decía mas o menos así: "Somos lo que somos porque no podemos ser otra cosa. Si fuéramos distintos, no seríamos especiales, no seríamos nosotros, tampoco seríamos perfectos".
Así que metafóricamente, me vi el zapato, saludé a la cucaracha, le dí las gracias, logré verme en un espejo y reconocerme por fin. Gracias que también doy a ustedes por pedirme el regreso del Caldero que hoy hace sopa de letras con sustancioso caldito de corazón...