Para Chacho. En ¾…
(Yo le pediría amable lector, que me acompañe en la lectura de mi relato con la música que encontrará en el reproductor que está a un lado de este texto, reconozco mi ánimo sensiblero y cursi de antemano, por lo cual no es necesario recalcarlo. Gracias.)
De hecho, no tenía ni siquiera la menor intención de volver a escribir sobre el tema. Creía firmemente en que la herida había cerrado casi en su totalidad y lo que quedaba del dolor que me causaba, era mínimo. Unos días de extrañar, otros días de alegría nostálgica, otros de enojo con cosas recordadas que no venían al caso.
Tengo semanas pensando en cómo iba a pasar la fecha. Releí mis escritos anteriores para tratar de entender la catarsis de los días. Me dí cuenta de mi gran avance. No he idealizado, ni perfeccionado ni cambiado a modo la historia real. Trato de ser congruente con los hechos de la vida, con mi sentimiento y orgullosamente puedo decir que las pocas lágrimas que me han salido, han sido porque verdaderamente requería de algo humano, amoroso y perfecto en ese momento preciso. Como una llamada o un abrazo. En realidad, nada más.
Sin embargo, a veces creemos que somos dueños de estos reflejos y tenemos un autocontrol exacto y puntual sobre nosotros mismos. Tan egocéntricos los seres humanos. Nos sentimos tan poderosos, hasta que dejamos de serlo.
En una de estos ataques domésticos que me ocurren muy continuamente, en donde expreso desde lo más profundo y con todo lo que está a mi alcance la clase de obsesión que tengo por controlar las cosas, encontré unas cajas de discos, LP’s y Cd’s, que no llevan mucho tiempo en mi poder. De hecho, las recuperé hace un par de meses junto con apenas dos maletas llenas de lo que había sido una vida que solamente duró 68 años. Increíble a que se reducen nuestras pertenencias atesoradas a lo largo del tiempo.
No tengo una tornamesa, y por supuesto tampoco un reproductor de CD’s. Así que la tecnología a mi alcance compartía extraordinaria música con pantalla y pagos en línea por hacer. Pasar de Nat King Cole a Maria Callas en un pestañeo. De Caetano Veloso a Mozart.
Y entonces, apareció Tchaikovsky. Concierto para Violín y Orquesta en D. Opus 35. Allegro Moderato. Itzhak Perlman, Orquesta Filarmónica de Israel y Zubin Mehta.
Entre los pagos pendientes, revisar correos urgentes y mensajes llegadores, mi vista se nubló sin poder escribir ni contestar más. Adentro, las voces en la mente dijeron que se hiciera un alto y que quedarse ahí era terapéutico y sanador. El ego decía que todo estaba bien y que había que seguir adelante con las cosas necesarias y urgentes.
Sin darme cuenta, en un reflejo automático, aprieto el botón de replay, para que suene de nuevo la misma música, como para asegurar que no pasa nada. Me repito para convencerme que la herida ahí está pero que no duele tanto. Que a veces pasamos los días pensando, sin realmente pensar. Oímos la música que nos llega sin decidir en dónde cabe en el corazón. No porque no sepamos en donde. Si no porque no queremos dejarla en la memoria emocional que acciona los dolorosos botones que no queremos accionar.
Lo que escuché, no era un Allegro Moderato. Era un Allegro Non Grato. Las notas que parece ser que se pusieron de acuerdo en contra mía. Detonadas irónicamente por la armonía, me vienen a la cabeza mil imágenes que sé que ahí están, pero que no quiero recordar seguido. Porque me doy cuenta de que si duelen. Pero no quería que dolieran. No hay más que perder al primer amor de la vida de cualquier mujer, para comprender que cualquier violín agudo, experto y sentimental dolerá hasta el rincón más profundo. Ahí, en donde no hay un espacio tan grande para que quepa sin desbordarse a su antojo, a merced de una nota ligada a un recuerdo, que lo haga explotar sin miramientos ni compasión.
Me rindo ahora. Entiendo que solamente lo estaba posponiendo. Dejaré que los agudos me lleguen al alma, y los graves al corazón. Moveré los brazos para dirigir imaginariamente a la orquesta, y para enviar con todo mi amor, mi vibración mas profunda hacia donde debe estar.
A unos días, te quiero decir que no pasa un sólo
momento sin que me acuerde de ti. Sin que te extrañe con todo el corazón. Que me lo niego, porque según yo avanzo y me mantengo ecuánime. Pero en realidad, en estos casos no hay avance sin dolor. Y hasta ahora lo entiendo. Alguien debería hacer un manual de lo que pasa cada año posterior, con la llegada de cada aniversario para tomar previsiones al respecto. Ya sé, son mis ganas de control absoluto. Pero no puedo controlar ya nada más. O si. Mi acto de apretar ese botón una y otra vez para llenarme de tu música y tus recuerdos. Y entender de una vez por todas que esas dos maletas y el par de cajas, no son lo único que queda de ti porque sería negar mi propia historia, la tuya, la nuestra.
Aquí en mi alma, suena tu Allegro Vité todo el tiempo sin que yo pueda hacer nada por detener su dolorosa pero bellisíma armonía...