jueves, 19 de enero de 2012
De cuotas de género y otros sujetadores femeninos...
Yo, que he nacido mujer, me puse a examinar mi carácter... Christine de Pisan
Tenía 16 años cuándo mi mamá me regaló el libro de la "Nuestros cuerpos, nuestras vidas" de las Mujeres de Rojo (Colectivo de mujeres en Boston, 1970). Recuerdo que sentí como si me pasaran una antorcha de algo importante, sin saber exactamente de qué se trataba. Provengo de una familia en donde las mujeres han sido poderosas, avanzadas a su tiempo y abiertas. Sin embargo, jamás dejaron de ser delicadas, sútiles y dulces, características que a mi pesar, no heredé.
Al pasar sus páginas, me dí cuenta que lo que quería mi revolucionaria madre es que tomara conciencia de que de las pocas cosas que podría controlar como mujer, era mi cuerpo y la forma en como yo pensaba de él. Decir las cosas por su nombre y encontrar esta plenitud en todas las decisiones que tomes en la vida en referencia a él. Aprendí que naturalmente, somos seres cambiantes, y que esos cambios repentinos que no tienen que ver con la mente sino con las hormonas, nos hacen ver inestables. Es decir, las mujeres somos mucho de química. Lo que no exime que seamos también mucho de corazón. Y aprender sobre esto, hizo una gran diferencia en mi vida.
Me ha costado mucho aprender a decir las cosas como las quiero, como las siento y como las pienso. Aprendí que para ganarse un lugar, se necesita sensibilidad e inteligencia para destacar. Que hacerle daño a alguien para ascender, en algún momento te perjudicará más que ayudarte. Que no es lo mismo tener malicia que maldad. Y que por ser mujer, en un mundo de hombres, todo me iba a costar el doble de trabajo. Estaba destinada a que cuando me inconformara por algo, alguien inevitablemente comentaría un "déjala, seguro está hormonal". Pero también entendí que esto me podría afectar tanto como yo lo permitiera. Es decir, nada.
Este no es un texto feminista de queja. Es todo lo contrario. Me declaro machista.
Estoy cansada del eterno cliché de las cuotas de género y la lucha por los "derechos" de las mujeres. Las cosas son muy diferentes ahora que en el siglo pasado. Sin embargo, si alguien está calificado para una chamba, merece tenerla. Si las funciones que se le han encomendado las realiza con conocimiento, diligencia y honestidad, no debe importarle a nadie si es gay, mujer, hombre o peso mosca. Resulta hasta denigrante y autocompasivo exigir la "cuota" como si de pagar algo se tratara, o porque no tiene mérito de ser por sí mismo.
A esto hemos llegado mujeres. A exigir algo gratis que de seguir así, nunca sabremos si realmente nos lo hemos ganado. No es sólo buscar conseguir una representación femenina. Es hacerla valiosa. Es competir contra los mejor preparados. No contra los hombres. De otra manera, seguimos luchando entre nosotras y nunca a favor. No tenemos que ser iguales. En nuestras diferencias radica el encanto, y sobretodo la inteligencia.
Y en un nivel más personal, me doy cuenta que al hombre le exigimos ser buen (o excelente) proveedor, buen padre, buen marido, buen amante, buen profesionista. Debe ser sensible a nuestras necesidades y pasar por alto las suyas por el "bien" de la pareja y de la familia. Si nosotras estamos "hormonales" debe entendernos. Pero si a él no le salen las cosas en su trabajo, que ni se le ocurra traer las broncas a casa. Debe ser comprensivo y evitar dar consejos. Solamente debe escuchar y si puede solucionarnos el problema. Nada de dominó los jueves, pero aguantar nuestros miercolitos con las amigas.
¿En què momento nos volvimos tan demandantes? ¿Es tan necesario validarnos como iguales? No nos hemos dado cuenta que a pesar de haber conseguido reconocimiento y haber avanzado en nuestra autonomía, se ha conseguido refrendar nuestra imágen de necesitadas de valor. Cuando en realidad, somos todo lo contrario. Somos madres, proveedoras, esposas, amantes, amigas, profesionistas, guerreras, es decir, valiosas de entrada. No es necesario que nos lo reconozcan a cada rato. Eso solamente nos remite a la teoría hormonal.
Así que si quieren destacar, ser felices, sentirse plenas y satisfechas, olvídense de las cuotas de género y lo que implican, en todos los ámbitos. Olvídense de sujetar a los hombres con el chantaje por el simple hecho de aventajarlos. Y por supuesto, olvídense de sujetarse a las reglas...
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