“Time goes by so fast, people go in and out of your life. You must never miss the opportunity to tell the people you really love, how much they mean to you" Steve Jobs.
"Chócalas" y el trato se cerraba.
"Córtalas" y el trato se rompía.
A veces pienso que las relaciones son más fáciles cuando somos niños. Chócalas para ser cómplices, amigos, parejas de resorte o patines, cambiar estampas antes que con los demás, comer en casa de alguno los Viernes. Y córtalas para olvidar todo, porque algo que dijimos no gustó, porque cambiamos de juego, porque no se brincó bien el resorte en 4a posición y nos hiciste perder. Después de eso, sólo el silencio de la ley del hielo. Seguías adelante. O te reconciliabas con tu amigo. Los niños generalmente aprenden a dejar rencores más fácil.
Sin embargo, la pureza en las acciones de los niños, siempre sin doble juego, es algo que tenemos que aprender los adultos. Si hay un niño malvado, bien intencionado, o que no se sabe defender lo sabrás de inmediato, tan sólo observándolo un momento. Y reconocerás a sus padres, sólo por el comportamiento de sus hijos, y hasta sin haberlos visto nunca.
Steve Jobs decía que un amigo es el que se queda cuando el resto del mundo se va. Dependiendo del nivel de tolerancia, aceptas o no las cosas que pasan cuando alguien que quieres se equivoca, o tiene un punto de vista diferente al tuyo. En teoría, la capacidad de comunicarnos nos hace diferentes a los animales. Los adultos somos los que impulsamos a que nuestros hijos no mientan, se disculpen, acepten, se responsabilicen y hablen de frente. Pensamos que es lo correcto y que hay que enseñárselos más pronto que tarde porque eso les evitará problemas de socialización y confrontación en un futuro. Queremos criar seres humanos civilizados, capaces y felices. Nadie juzga a un padre por querer que sus hijos sean las mejores personas.
El problema está en que no siempre somos un ejemplo congruente para nuestros hijos. Y no siempre nos comportamos como seres humanos con la capacidad de comunicarnos. Algunos se encuentran en el más puro estado animal de competencia.
Dentro de este huracán de "comunicación a tiempo real" que son las redes sociales, salen sin tapujos los vicios de la naturaleza humana en su más puro estado. Cualquier error cometido, merece linchamiento. Inclusive si el error también proviene de la más pura inocencia o estupidez de escribir sin mala intención. La red social en turno, juzgará sin piedad y dictará su sentencia. Pedimos a los políticos campañas limpias, cuando lo único que consumimos de ellos (y promovemos) es la carroña. Pedimos de las estrellitas de la tele más trascendencia y terminamos criticándolos por sus esfuerzos (sean valiosos a nuestros ojos o no) de atender a un público de menos márgen cultural que invariablemente los necesita. Pedimos que los medios sean veraces y exactos al informar, cuando todos nos sentimos reporteros ciudadanos y queremos "enseñarles" a hacer su trabajo. La denuncia no te hace más conocedor, solamente te hace denunciante, no periodista, abogado o escritor. No nos hemos dado cuenta, que por primera vez, aunque tenemos una voz más fuerte, no es necesariamente bien informada.
Opinar sobre un tema, no es malo. Presumir que conoces de algo por completo, solamente por competencia, te hace puramente fantoche. Juzgar a los demás por hacerlo, te reduce a un monólogo cerebral de donde nunca saldrás. Escuchar te hace aprender. Y aprender te engrandece.
Vivimos en el país de la pureza. De pura madre te dejo pasar. De pura corrupción. De pura impunidad. Del puro rollo. De la pura mugre. De la pura satisfacción personal. Del puro ego. Del puro te quito si me estorbas. Del puro te lastimo y no me importa. Del puro te llamo y seguro quedamos. No nos hemos dado cuenta, sin embargo, que con el puro diálogo y que con el puro respeto, podría cambiar el estatus de Vecindad Global de regreso a Aldea Digital. Un lugar en donde idealmente convivamos sin la necesidad de destacar, farolear, molestar o denostar al de junto. Como si los seres humanos viviéramos en la más pura soledad y necesitáramos revindicación a costa de lo que sea. O de quien sea. Eso no es lo que somos. O por lo menos no lo único. Nos olvidamos que a menos que alguien sea bot pagado, todos tenemos una historia, una cara, sentimientos, y sobretodo, ideas que compartir. Hemos convertido a las personas en algo intangible, abstracto, desechable. Una línea de producción de "amigos" a los que solamente les ponemos foto y letra. No hay empatía, sólo concordancia o rechazo y por consiguiente juicio de ideas. Me niego a pensar que la oportunidad única de comunicarnos tan ampliamente, sea desperdiciada por la necesidad de elevar el ego de cada uno. La experiencia de las redes sociales sólo debe enriquecernos más en la vida real. Esa, la que si cuenta. En la que la mayoría de las veces, hablamos de frente.
Prefiero tener presente como son las relaciones puras, esas que negocian, debaten, toleran, respetan y llegan a acuerdos . Así, como cuando era niña y me sentaba a cambiar estampas con mis amigas. "Repetida, repetida, ya, ya, repetida" y nadie se enojaba si yo no cambiaba nada, ni a nadie...