"Como? tienes hijas de casi 15? Ay estás super chava, las tuviste a los 12 o como?"
Me encanta cuando me dicen eso y les digo la verdad. Voy a cumplir 40. No los escondo. Ni me interesa. Y hay cosas que me recuerdan que soy mamá joven aunque esté apunto de llegar a la odiada middle age.
"Mamá, me siento mal" me dice Jorge mi hijo a las 12 de la noche. Recién llegados de una alargada y divertida comida.
"Qué te duele?" le digo. "La panza, la tengo revuelta" me contesta con esa carita de bebé que nunca puedo resistir. Después de preguntarle que comió en el día porque no estábamos aquí, me confiesa que se escapó varias veces a la alacena a comer Nutella y Tin Larin. Y seguro la parte no confesada fueron papitas con chilito y algunas gomitas. Pero ojo, varias veces.
Resuelvo darle un Alka Seltzer para que se le asiente la panza. Lo acompaño a su cama y me pide que lo arrope (No, no es esta parte la que me dice que aún soy joven). En dos segundos, hace un ruido tipo el Exorcista, con un movimiento tipo The Critter que nunca había visto ejecutar en nadie y vomita. No me da tiempo de gritarle que corriera al baño ni nada. Hacia adentro de mi pienso que no me puede estar pasando esto cuando mi cobertor eléctrico y mi amado chai ya están listos y calientitos. Le quito los cobertores sucios y sale al baño para la segunda ronda (a mis amigos sin hijos les doy una disculpa anticipada y sinceramente por lo gráfico del relato) decido bajar por una cubeta para limpiar todo. Mientras bajo le grito a mi marido:
"Adolfo!! Me ayudas?"
"No son labores de mi genéro". Me contesta desde su camita.
Antes de que se me suba el Alarcón a la cabeza y baje por un sartén en lugar de una cubeta, mi marido se dá cuenta que no entendí su broma y ya esta ayudando a mi hijo a cambiarse la pijama. Ya de regreso tallo y tallo la alfombra. Supongo que es una venganza por llamarlo office boy alguna vez que le tocó sacar miles de copias para un trámite.
Mientras tallo, no puedo evitar pensar que todavía tengo niños en casa. 10 años no lo hacen grande, pero tampoco chiquito. El solo no podría haberse ayudado como lo hacen mis hijas ya. Todavía puedo reaccionar rapidito para arreglar problemas asi que el Alzheimer no me ha alcanzado. No me cuesta trabajo agacharme para limpiar ni ver adonde hacerlo. Asi que no tengo reuma ni vista cansada. El episodio con mi hijo, por más odioso que sea, me recuerda que soy joven y que los 40 no significa que de aquí vayamos para abajo. Significa que mis hijos todavía me necesitan.
"Conste que si te ayudé eh? le puse la pijama al niño y te ayudé a hacer la cama" me dice mi marido con una sonrisa burlona. "Ajá, se la pusiste en la cabeza y el hizo el resto. Y la cama NOS quedó rebien no?" le contesto. No puedo evitar reirme.
"No te sientes más joven cuando pasan estas cosas? Con la sensación de que todavía te necesitan?" me dice tomando un sorbo de MI Chai y con una cara de satisfacción. No le confieso que lo había pensado igual que él pero la venganza me fluye por las venas.
"No lo había pensado así" le contesto metiendome a mi cama. "Igual y si tu lavas mañana los cobertores, la pijama y el peluche sucio no te sentirás más joven, sino más útil no?"
"Ash" me contesta acomodándose en la cama. Haciendo un recuento de los años y de los daños, me encanta darme cuenta que para mi generación ochentera, en realidad la edad no significa gran cosa... Mientras te puedas seguir agachando...
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