1993. Congreso de Colegios. Lo recuerdo muy bien. Creo que nunca lo voy a olvidar. Era altísimo. Muy delgado. El color de su piel era amarillo, casi cenizo y contrastaba con la sotana negra hasta los tobillos. "Está muy enfermo del hígado, creo que tiene cáncer" me decían. Los lentes con un poco de sombra porque le molestaba la luz. Me impresioné cuando lo ví por primera vez. Todos los demás estaban casi en extásis. Yo sentía otra cosa. Como miedo. "Será así cuando conozca a Dios?" pensaba yo. Cuando me acerqué a que me diera la bendición, sentí su mirada clavada en mi. Me dió un rosario, una biblia y un crucifijo. Recuerdo que me emocioné muchísimo. "Es nuestro padre" comentaba con lágrimas María, mi amiga. Yo recuerdo que me daba muchísima risa esa frase. "Mi padre es Dios" le contesté. Ella calló. María llevaba años en el movimiento. Yo me incorporaba esa tarde, porqué a pesar de haber estudiado en sus escuelas, me negaba a pertenecer a su obra. Al grupo de mujeres jóvenes profesionistas. Llevábamos el "encuentro" los miércoles por la noche. Todas trabajábamos y nos habían abierto ese grupo en especial. Recuerdo las palabras del Padre Cipriano cuando nos recibió en la casa de Risco en el Pedregal. "Ustedes son las semillas, las futuras madres, las que promueven la fé en familia, hay que prepararse para un mundo dificil, para enfrentar la carencia de fé, para regresar a nuestra Santa Madre Iglesia (no era la Virgen nuestra Madre?) a las personas que han errado el camino. Ustedes son el futuro de la Legión".
"No puedes usar falda cuando estés con los padres" me aconsejaron. No entendía bien de qué se trataba este comentario. Lo supe cuando empecé a ver a todos los curas. Guapísimos. Los consagrados (nuestra propia versión de los supernumerarios del Opus) eran impresionantemente guapos también. Que había habido varias señoras que les habían tirado la onda. No podías subirte a un coche con el padre tu y él solos. No podías entrar a confesarte con la puerta cerrada en Risco. Resulta que el Padre Maciel había designado que parte del "carisma" de la Legión tenía que ser personas atrayentes. Por eso todos eran guapos. Si no hubieran sido curas, lo más seguro es que hubieran sido grandes empresarios, artistas, o cualquier cosa que hubiera necesitado de relaciones públicas. Todos hablaban hermoso. Se veían hermosos. Todo era increíble. La ayuda a los demás, levantar escuelas. Las Misiones. El sentido de comunidad. El pertenecer. Las vigilias para los rosarios. Los eventos de caridad. Trabajar con el fin de ayudar. Hubo días en que dejé todo para irme a Chalco a ayudar a la escuela de FAME ahí.
El curso prematrimonial, me lo dió el Padre Javier. De alguna manera, siempre sentí la mano guiada hacia la Legión. "Guardar un día para que los dos vengan a los encuentros". Adolfo me dijo que ni madres iba a ir al encuentro, ni se iba a incorporar al Reino. Me acuerdo haberme enojado tanto que hasta llegué a dudar de si era la persona con la que me quería casar. El Padre Walsh, en una de sus raras visitas a Risco, me ayudó a tomar la decisión de seguir adelante. Así pues, me casé con la bendición del Padre Cipriano (o Cipri como le decíamos) un tipo imponentemente alto y guapo. La mano derecha de Maciel en México. Nada pasaba si no lo sabía, controlaba o decidía Cipri. "Que suertuda que te case" me decían. Me sentía como que había subido el escalafón. Me llevaba con las de arriba. Participaba en todos los eventos como si fuera de las señoras de años. Tenían mucha consideración por mi. Yo ya era importante dentro del movimiento. Las veía quitarse los anillos para darlos de limosna en las misas. Las ví hacer a un lado a una amiga que se quería casar con un divorciado. Las vi borrachísimas en Cotija. Vi a algunos de sus maridos (también del Reino) pintarles los cuernos en el San Angel Inn abiertamente. Supe de alguno que otro que consumía drogas y llegaba "high" a los encuentros. Y los veía en las misas como si nada. "Es que Fulano y Sutana, nos sabes que matrimonio llevan, rezan el Rosario en familia todas las noches". Ajá?
Cuando empecé a darme cuenta de como eran en realidad las cosas, salió aquel programa del Canal 40. Recuerdo que me solté llorando porque sabía que era verdad. Al día siguiente, en el encuentro se apareció Renata, una mujer de unos 50 años que era de las de arriba y que había intentado ponernos en orden muchísimas veces, leyendo un papel escrito a máquina con el membrete del Reino nos dijo:
"Esto que está pasando no nos afectará porque es mentira. Nuestro Padre (Maciel) es un santo. Así que hacia afuera diremos que esto es mentira, que no hay pruebas. Que estos ex sacerdotes quieren sacar dinero y desprestigiar al Regnum Christi porque están celosos de nuestro movimiento."
Recuerdo haber sentido un enojo tremendo ante sus palabras.
"Y hacia adentro Renata? que nos van a decir a nosotros? porque ya oímos del niño del Cumbres que violaron, del cura del CEYCA que se masturbaba en el baño" le increpé.
A Renata, se le abrieron los ojos. "Esas son mentiras Alicia, si quieres creer esas tonterías, la puerta está abierta para ti" me contestó altanera, como las personas que saben que están mintiendo. Como las personas que tienen que defender a toda costa algo que es indefendible.
Me levanté y me salí. Al otro día escribí mi carta de renuncia dirigida al Padre Cipriano. Conmigo, se fueron 6 personas. Con esas 6 se fueron otras 6. Supe que habíamos sido muchísimas las que nos retiramos. Me hablaron y me pidieron que fuera a hablar con Cipri. Nunca asistí. Perdí una parte de lo que yo creía, mi labor, algunas de mis "amigas" que me señalaron.
Lo que no lograron es que yo perdiera a Dios ni mi fé en él en el camino, jamás. Eso, sí lo perdieron ellos...
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