El 30 de enero del 2006 el toro Pajarito brincó la cerca de toriles de la Plaza de Toros México. A varios de nosotros nos consternó. No porque estuvierámos ahí, sino porque conocíamos a un par de personas que acabaron heridas y la verdad nos enteramos por el periódico al día siguiente. De repente, en la semana que siguió, el único tema del que se hablaba era del toro Pajarito.
"Estuvo fuertísimo, yo estaba junto a la señora del liguero"
"No manches, a mi ni se me cayó la cerveza, salgo en la foto del Reforma clarito"
"Yo levanté a Marcela y le ayudé a Pepe a cargarla"
"Quedé con un leve raspón"
"Yo estaba enfrente, lo ví clarito"
"Me tardé hooras en poder salir de la plaza, no sabes el relajo"
Mientras avanzaban los días, todas y cada una de las personas con la que yo hablaba tenían una versión de los hechos. Todos conocían a los heridos. Todos habían estado ahí. La Plaza de Toros tiene un aforo de 41,000 personas. Han estado ahí hasta 43,000. El caso es que sacando cuentas, creo que ese día en realidad habían casi un millón de personas. Porque todos decían que ahí habían estado. Es el aforo más grande que seguramente ha tenido y tendrá cualquier lugar en el mundo.
En Facebook y en Twitter se ha desatado una guerra de declaraciones en el caso Paulette. Todos son amigos de ellos, todos los conocen, todos han hablado con ellos para darles apoyo. Están las personas a favor de los papás y las personas que están en contra. Tan radicales somos unos como los otros. Se ha hecho una satanización del caso, como si no hubieran cosas más importantes en qué preocuparse, como por ejemplo, que la chiquita regrese con bien. Dejemos de blofear tanto. Este caso conmueve, pero nos hemos dejado llevar por la faramalla mediática. Si se arregló la mamá la ceja, si no nos late, si sí nos late, está de más. Paulette sana y salva a su casa. Eso es lo que verdaderamente importa...
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