"No manches guey cuando me besó" decía Karina en la mesa. "Shhhhhhh, ahí esta Alicia, idiota" le contestaba Roberta.
Este diálogo era lo que yo escuchaba del comedor desde la cocina. Había ocho adolescentes más cuatro preadolescentes sentados a mi mesa. Las ocho adolescentes, hermosas, espigadas, aplicadas en la escuela pero con boca tepiteña. Los preadolescentes, todos hombres en los 11 años, las veían con cara de extásis. Con esa cara de que les empiezan a importar más las camisetas pegaditas que la guitarra eléctrica o el futbol. Pronto les gana el "pre" y se lanzan al jardín a jugar y nos dejan solas.
"Ya las oí eh? les voy a lavar la boca con jabón y les voy a amarrar las manos" les contesté. No sin antes atacarme de la risa. He visto crecer a estas niñas. Las conozco desde bebés cuando sus mamás y yo las llevábamos a estimulación temprana. A mi no me quedaba de otra, porque con gemelas, les hice un favor al meterlas a la escuelita desde los 2 años. Me quieren porque les hablo derecho y no oculto nada. Porque conmigo se van derechitas cuando estan en mi casa o me toca llevarlas a algún lado. Porque yo no las regaño, sino que me las tupo. Ahí está la diferencia. Les hablo como se hablan entre ellas. Y la verdad, funciona. Aunque me tenga que soplar toda la vida de Justin Beaver o la reseña del mas reciente capítulo de "Sixteen and pregnant".
Confieso que me abruma tener tantos niños en casa. Pero a medida que pasa la tarde, encuentro siempre ese punto en común sobretodo con ellas que me hace divertirme mucho. Sacar esa adolescencia tardía que muchos tenemos y que no debería ser un obstáculo sino una coincidencia con nuestros hijos.
Con mi manía de estar checando Twitter a cada rato, descubro que ese día hay una vigilia en el Angel por los bebés de la Guardería ABC. No puedo evitar comentárselos a mis compañeritas de relajo.
"Es que no manches Alicia, pobres mamás"
"Si wey, imaginate que todas ellas trabajan y no tenían adonde dejar a sus hijos"
"Esta cañón y además creo que el gobierno no ha hecho nada para ayudarlos"
Me sorprendo de los comentarios. Estas niñas tienen consciencia civil. Pero lo más importante, es que están sentadas a mi mesa. Que no les ha pasado nada porque un comando se haya metido al antro adonde estaban. Todas conocieron a Silvia Vargas porque iban en la misma escuela. Vivieron como comunidad estudiantil su secuestro, ellas recién llegadas a la secundaria. Muchas eran amigas de Fernando Martí. Todas ellas vivieron nuestra psicósis como padres con las redes sociales, con las salidas, con los celulares, con lo que estamos viviendo como sociedad. Mis hijas en lo personal han vivido mi ira y mi miedo. Y asi han crecido, adáptandose a lo que hay. Como nosotros al SIDA, a la caída del muro y a las devaluaciones. Entre ellas tienen códigos de seguridad y formas de convivencia.
Y lo más importante, insisto, es que las tengo sentadas a mi mesa. Las he visto crecer. No han corrido peligro.
Nos advirtieron que habría muertes. Que era una dura batalla y que la íbamos a ganar. Todas las miradas están puestas en esa lucha en específico. Y los demás casos cuando los culpables son personas conocidas? o afiliadas a algún partido? o con relaciones poderosas? o familiares de alguien importante?
Entonces ahí, la justicia sigue siendo personalizada, nunca pronta
Nadie merece llorar por la ambición de los demás. Nadie merece tener que exigir justicia por un hijo muerto, asesinado o secuestrado. Nadie se levantó un día con la idea de perder a su hijo para joder al gobierno. Nadie merece vivir en peligro.
Nadie merece vivir en la tristeza por un "No manches, má" que no escuchaste...
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